Si no te gusta este disco estás muerto para mí.
Hace ya algunos años que el desconocido rockero neoyorkino Elliott Murphy se topó con el guitarrista normando Olivier Durand. Desde entonces recorren el mundo ofreciendo algunos de los mejores conciertos de rock'n roll que uno pueda echarse a la cara en estos días en los que la mediocridad y el acomodo reinan en los escenarios. Frente a la brevedad y la espectacularidad forzada que suelen presentar los conciertos de pop de nuestro tiempo, Elliott y Olivier sólo ofrecen su música desnuda, sin artificios. Sus guitarras, sus voces, la armónica de Elliott y algunas de las mejores canciones de la historia del rock. No necesitan más para sonar como una orquesta. No necesitan más para ponerte la piel de gallina.
Hay algo mágico en la forma en que se entrelazan las guitarras de estos dos hechiceros, en como tejen una tela de araña sobre la cual se desliza la voz de Murphy y van desgranando historias dignas de la mejor poesía atemporal. En la tradición del mejor rock americano, Elliott Murphy escribe letras sublimes que se aferran a tu esqueleto a través de su evocadora voz. Muchos lo consideran el último poeta del rock. Eso es publicidad. Elliott Murphy no es el último poeta del rock, aunque es probable que después de escucharle a él no vuelvas a tomarte en serio a los que vengan detrás. Las comparaciones pueden ser muy odiosas, mejor no las hagamos.
El disco que hoy os traemos es un extracto de algunas actuaciones ofrecidas durante 1999. Aunque su reducido minutaje impide apreciar lo que es un concierto de este dúo en toda su dimensión, sí que se alcanza a atisbar el enorme caudal de sensaciones que transmiten este par de monstruos cuando se suben a un escenario. Obviamente no es como estar allí, pero es imposible quedarse indiferente ante temazos como You never know what you're in for (para cantar a grito pelado) la íntima y fundamental On Elvis Presley's Birthday, el himno Diamonds on the yard o su increíble relectura del Wild Horses de los Stones (uno llega a dudar que Jagger y compañia hayan cantado esta maravilla alguna vez). Elliott está que se sale (como siempre por otro lado) y Olivier se revela como su complemento perfecto, desmelenándose con la guitarra solista cuando la canción lo requiere (su solo en Rock Ballad es uno de los momentos álgidos de la historia del rock) o coloreando la sólida guitarra rítmica de Elliott con emotivos arreglos. Entre los dos tiñen de rock'n roll la poesía errabunda de Elliott. Sin necesidad de electricidad, ni batería, ni grandes montajes escénicos. Sólo con dos guitarras acústicas. La máxima expresión de lo que es el rock'n roll. Aquí menos es más.
Las canciones de Elliott Murphy salen reforzadas de la economía de arreglos, de la parquedad de la instumentación. Así su esencia queda expuesta al oyente en todo su esplendor. Historias y vivencias de un bohemio errante que se autoexilió en París, pero que lleva la música de su new York natal tatuada en su alma de cantautor todavía salvaje. Aún sigue siendo ese chaval con alma de rockero que cree que se puede encontrar la verdad en los surcos de un disco de Bob Dylan, o en los shows de Elvis.
Nunca le ha acompañado el éxito comercial y a sus conciertos suelen ir cuatro gatos. Eso no es óbice para que Olivier y él suden sangre sobre las tablas. Lo dan todo y se nota. A veces son dos horas, a veces tres, a veces algo más. Ni lo notas. Pasan demasiadas cosas sobre el escenario para estar pendiente del reloj. Si pasan por tu ciudad no dejes de visitarles al teatro o al garito de turno. No echarás de menos a Dylan, no echarás de menos a Hendrix, no echarás de menos a la E Street Band. Sólo te preguntarás: ¿por qué estos tíos no están en la portada de la Rolling Stone, llenando estadios o luciendo palmito en la MTV? y desde el escenario te llegará la respuesta:
Hace ya algunos años que el desconocido rockero neoyorkino Elliott Murphy se topó con el guitarrista normando Olivier Durand. Desde entonces recorren el mundo ofreciendo algunos de los mejores conciertos de rock'n roll que uno pueda echarse a la cara en estos días en los que la mediocridad y el acomodo reinan en los escenarios. Frente a la brevedad y la espectacularidad forzada que suelen presentar los conciertos de pop de nuestro tiempo, Elliott y Olivier sólo ofrecen su música desnuda, sin artificios. Sus guitarras, sus voces, la armónica de Elliott y algunas de las mejores canciones de la historia del rock. No necesitan más para sonar como una orquesta. No necesitan más para ponerte la piel de gallina.
Hay algo mágico en la forma en que se entrelazan las guitarras de estos dos hechiceros, en como tejen una tela de araña sobre la cual se desliza la voz de Murphy y van desgranando historias dignas de la mejor poesía atemporal. En la tradición del mejor rock americano, Elliott Murphy escribe letras sublimes que se aferran a tu esqueleto a través de su evocadora voz. Muchos lo consideran el último poeta del rock. Eso es publicidad. Elliott Murphy no es el último poeta del rock, aunque es probable que después de escucharle a él no vuelvas a tomarte en serio a los que vengan detrás. Las comparaciones pueden ser muy odiosas, mejor no las hagamos.
El disco que hoy os traemos es un extracto de algunas actuaciones ofrecidas durante 1999. Aunque su reducido minutaje impide apreciar lo que es un concierto de este dúo en toda su dimensión, sí que se alcanza a atisbar el enorme caudal de sensaciones que transmiten este par de monstruos cuando se suben a un escenario. Obviamente no es como estar allí, pero es imposible quedarse indiferente ante temazos como You never know what you're in for (para cantar a grito pelado) la íntima y fundamental On Elvis Presley's Birthday, el himno Diamonds on the yard o su increíble relectura del Wild Horses de los Stones (uno llega a dudar que Jagger y compañia hayan cantado esta maravilla alguna vez). Elliott está que se sale (como siempre por otro lado) y Olivier se revela como su complemento perfecto, desmelenándose con la guitarra solista cuando la canción lo requiere (su solo en Rock Ballad es uno de los momentos álgidos de la historia del rock) o coloreando la sólida guitarra rítmica de Elliott con emotivos arreglos. Entre los dos tiñen de rock'n roll la poesía errabunda de Elliott. Sin necesidad de electricidad, ni batería, ni grandes montajes escénicos. Sólo con dos guitarras acústicas. La máxima expresión de lo que es el rock'n roll. Aquí menos es más.
Las canciones de Elliott Murphy salen reforzadas de la economía de arreglos, de la parquedad de la instumentación. Así su esencia queda expuesta al oyente en todo su esplendor. Historias y vivencias de un bohemio errante que se autoexilió en París, pero que lleva la música de su new York natal tatuada en su alma de cantautor todavía salvaje. Aún sigue siendo ese chaval con alma de rockero que cree que se puede encontrar la verdad en los surcos de un disco de Bob Dylan, o en los shows de Elvis.
Nunca le ha acompañado el éxito comercial y a sus conciertos suelen ir cuatro gatos. Eso no es óbice para que Olivier y él suden sangre sobre las tablas. Lo dan todo y se nota. A veces son dos horas, a veces tres, a veces algo más. Ni lo notas. Pasan demasiadas cosas sobre el escenario para estar pendiente del reloj. Si pasan por tu ciudad no dejes de visitarles al teatro o al garito de turno. No echarás de menos a Dylan, no echarás de menos a Hendrix, no echarás de menos a la E Street Band. Sólo te preguntarás: ¿por qué estos tíos no están en la portada de la Rolling Stone, llenando estadios o luciendo palmito en la MTV? y desde el escenario te llegará la respuesta:
"You don't care cause you have got that beat [...]
There's the last of the rock stars
And me and you
Rock'n roll is here to stay
But who will be left to play [...]"
There's the last of the rock stars
And me and you
Rock'n roll is here to stay
But who will be left to play [...]"
Con el video clip oficial y todo, para que no os quejeís.
3 comentarios:
Bueno escuchado está, le voy a dar otro repasito más tranquilo,pero en principio me mola el disco ya que a pesar de ser un directo se escucha bastante bien. Veo que tu sabiduría señor esquimal empieza a cubrirnos...
Ahora me bajo el otro que le tengo ganas ummm
Algún día te arrastraré a verlo en directo y entonces te olvidarás de aquella espantosa experiencia con Bob Dylan, jaja.
El disco esta tira bien, se nota que el onanista este ademas de tener un vicio de lo mas sano, tiene un paladar de la mas exquisito.
Vamos con mas musica maestro.
Publicar un comentario