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Ayer, mientras revolvía en las estanterías buscando unas fotos viejas, me topé con el Urban Hyms de The Verve, uno de esos discos que todo pinche ha de tener. Según lo vi me dije: "mira que a mano está, esto lo cuelgo mañana en el blog cómo está mandao'." Total, que anoche lo estuve escuchando y... ¡qué maravilla chavales! No recordaba hasta que punto me caló hondo este disco en su momento, la cantidad de veces que debo haberlo escuchado. Aunque hacía años que no lo escuchaba llevo tatuadas esas canciones en algún lado de mi mente. Cada inflexión de voz del gran Richard Ashcroft, cada filigrana de las guitarras de Nick McCabe y Simon Tong, cada arreglo de cuerdas, me los sé de memoria. Pero es que este es un disco mágico. Un disco especial que merece ser escuchado hasta que se deshaga en vuestras manos. No es exageración, es que esta placa es un dogma sobre cómo hacer buena música. A estas alturas su condición de clásico se encuentra fuera de dudas.
Las canciones son excelentes y hubieran respondido genial a una producción más parca, para muestra la minimalista versión de Drugs don't work que se cascó el grandísimo Ben Harper. Sin embargo, el grupo opta por una producción más barroca, llena de sonidos de guitarra evocadores (los slides de McCabe, los efectos de chorus, delay y wah-wah, que adornan todas las canciones) que se van entrelazando con impresionantes secciones de cuerda y numerosas pista de voz (todas con el distinguible sello de Ashcroft) haciendo coros, juegos de voz y todo tipo de efectos destinados a crear la atmósfera perfecta. Todo ello al servicio de unas letras tremendistas e inspiradas.









