martes, 4 de noviembre de 2008

Las noches en el Tucán.

Tras algún tiempo acariciando la idea por fin me he decidido a crear una nueva sección que llevará por nombre noches en el Tucán. A la mayoría de los lectores de este vuestro blog os sonará a chino. El resto de miembros de la plantilla saben perfectamente a qué me refiero. Los demás supongo que empezarán a sospechar que ahora viene una de esas historias de abuelo cebolleta que conviene saltarse e ir directamente al vídeo o al enlace de descarga. El que sea tan inconsciente como para seguir leyendo que tenga claro que no pienso responsabilizarme de las secuelas psíquicas que esta entrada pueda producirle.
Cuando aún campeábamos por nuestra bisoña adolescencia (incluso yo, qué según alguno nací viejo...) algunos de mis colegas cogieron la costumbre de acudir a una pequeña taberna, más bien un tugurio, conocido como el Tucán. Aunque se encontraba en la periferia de la zona de copas de nuestra localidad no suponía un gran desvío de nuestra ruta de bares habitual, (que por otro lado siempre ha sido muy limitada) y ofrecía motivos para hacer parada: guiness. Pues sí señores, en aquéllos lejanos tiempos, cuasi mitológicos observados desde el presente, algunos de los personajes (son muy teatreros ellos) que llamo amigos míos, eran todavía un tanto sibaritas y gustaban de la buena cerveza. Es curioso que el tiempo y la edad les haya ido convirtiendo en menos finos y escrupulosos, y ahora prefieran el burdo y plebeyo botellón a las exquisitas cervezas que solían degustar (Alguno hay que llega a ir rematando los vasos que otros han dejado a medio beber). Pero me desvío del tema.
El caso es que aquella diminuta cervecería perdida entre callejas ofrecía guiness negra y además el camarero caía simpático, porque daba las gracias y sonreía cuando delvovías la jarra (se ve que la educación no estaba muy extendida por el gremio). Era una breve parada antes de continuar la noche con frenesí y cierta falta de elegancia. Poco sabíamos nosotros que habíamos entrado en la boca del lobo.
Poco a poco íbamos pasando allí más tiempo, nos encontrábamos con otros colegas y sin darnos cuenta, se fue convirtiendo en nuestro garito de referencia. Buen rollo entre los parroquianos, buena música y el dueño del garito, personaje entrañable y legendario a la par, cuya influencia tiene mucho que ver con esta humilde bitácora, por extraño que parezca. Y es que entre las aficciones del gran José Romero se encontraba la música por encima de todas. Hace poco leí en algún blog que todo bareto rockero que se precie debe tener el Popu a disposición de su clientela. No cabe duda de que ésta es una gran revista rockera, pero, amigos, se puede ser todavía más frik... estooo... melómano. Lo que quiero decir es que en pocos bares puede encontrarse, en lugar del Marca o la interviú, incluso en lugar del Popu, Guitarrista y Guitarra Total. Pues sí chavales, entre las paredes del Tucán descansaba un conocimiento enciclopédico de la música rock de las últimas décadas, un templo de esencias ochenteras en el que siempre había algún vinilo sonando, o algún dvd ilustrándonos acerca del buen hacer de algún músico privilegiado e inalcanzable para nosotros, pobres mortales a la par que legos en estas materias.
"¿José, qué es lo que está sonando?" "Es ...... (rellenar según convenga) un bluesman de ..... (ídem) buenísimo, de 19.... (ya sabéis) una guitarra sublime" Y así a todas horas. Peor era con los dvds, que encima de escuchar como una serie de melenudos desquiciados te demostraban cómo se toca a un nivel al que nunca llegarás ni en tus más húmedos sueños, tenías que ver cómo lo hacían... y no pillar ni papa claro.
Steve Lukather y sus Lobotomys, tan habituales en el bareto que parecía que en cualquier momento iban a saltar de la pantalla para ir a la barra a pedir una cerveza.
Este fijo que trae recuerdos a más de uno.
Mucho aprendimos sobre música gracias a las noches en el Tucán. Muchas maravillas vimos y escuchamos. Por no hablar de bizarras anécdotas personales y el buen rollo que había entre todos. Podías estar discutiendo con el camarero cualquier problema que tuvieras con tu guitarra, mientras los de la mesa de al lado hablaban de cualquier chorribobada que se les ocurriera, que cuando de repente a alguien se le caía un vaso, todo el mundo se volvía para gritarle: "¡haalaaa!" mientras Jose le increpaba con la archiconocida frase: "Cómo no es tuyo... ¡lo tiramos!".
Típico chiste de Jose.

Y así pasábamos las noches y así fuimos conociendo tantos y tantos nombres ilustres, como Dream Theater, Jeff Beck, Pride & Glory, Eric johnsson, Montrose, y un inacabable etc. por ello es de recibo esta nueva etiqueta. A partir de ahora, todos los discos que suba al blog y que haya conocido gracias a Jose llevarán la etiqueta Noches en el tucán, que son unos cuantos y uno echa de menos esa época.
Aquí un regalito por haber aguantado la chapa, el gran Jeff Beck.


5 comentarios:

El Bueno de Cuttlas dijo...

Yo me apunto al Tucán. Conozco a alguien que también puede llevar unos cocos y tal...

Un saludo

pheyva dijo...

Ese Jose Romero y el Tucán, Victor tu si que sabes remover las mierdas del pasado como nadie, maravillosos recuerdos de ese bar. Entrables horas y litros de alcohol con buena musica.

En fin..nostalgia supongo...

Un esquimal onanista (como otro cualquiera) dijo...

Ja ja. Phey me acuerdo de la noche mítica que andabas con tu mp3 escuchando Metallica... jajaja, eso si que es remover la mierda del pasado.

sammy tylerose dijo...

Tras leer tu gran post me ha entrado la melancolía. Que grandes tardes y, con los años, noches pasé por lo bares del poble nou barcelonés. Todos tenemos nuestro Tucán particular! En mi caso era el Bar Pérez, jeje.

Un esquimal onanista (como otro cualquiera) dijo...

Una gran verdad Sammy. Todo el mundo tiene (o debería tener) un bareto en el que se lo pasa así de bien y aprende cosillas. Me alegro de que este post haya interesado a más gente que los de la casa. Te has ganado un sugus por tu comentario.